Esta fue la frase que golpeó a mi puerta una tarde de otoño. No tenía claro de qué se trataba, pero movilizó mi corazón por dos razones: la posibilidad de actuar, cosa que me apasionaba, y la de acercarme un poquito más a Dios, puesto que ya tenía dieciséis años y el desafío pendiente de «Tomar la Comunión»
Ese sábado, abandoné el ensayo de mi banda de rock una hora antes de lo acostumbrado, y me dirigí al Colegio Nazareth de Funes, para ver de que se trataba. Una vez allí, me senté con mi guitarra en los maceteros de la vereda a esperar. Uno a uno los jóvenes fueron llegando, entonces me levanté y le pregunté a quien luego supe que era su dirigente si se estaba preparando una obra de teatro o algo así. Ella me respondió afirmativamente, pero me dijo que previamente había una reunión, y que si quería quedarme no había problema. Y me quedé. Se trataba de una reunión de Jóvenes de Acción Católica, esos jóvenes que habían intentado invitarme muchas veces, y a las que muchas veces le respondí con un dudoso «veremos».
Y así comenzó toda esta historia de conocer a ese Hijo de Dios que se jugó hasta el extremo por salvarnos pues me tocó en gracia darle voz a Jesús, mientras otro muchacho actuaba. Es «Vía crucis viviente», fue algo más que una obra de teatro, fue un anuncio kerigmático cuyo fruto fue el ingreso a una comunidad en la cual, a los 17 años pude formarme y celebrar la alegría de recibir a Jesús Eucaristía.
Por esto, creo necesario hablar de esta valiosa herramienta de evangelización como son los Vía Crucis y los Pesebres vivientes. Espero que estas experiencias, sean útiles también para sus comunidades como lo fue para mi vida
Ariel Glaser
ATS